Contar ovejas

Hola Matilde. Te escribo desde el móvil en directo desde una noche de insomnio. No es que yo me caracterice por ser insomne... para mí no poder dormir es tardar más de 10 minutos desde que me acuesto, igual en eso nos parecemos. Pero de vez en cuando, una noche cada no sé cuántas, me quedo unas horas con los ojos como platos.

Pensando en qué podríamos sacar de positivo para ti de todo esto, se me ocurrió escribir algo tan tan tan aburrido que puedas leerlo en tus noches de insomnio para quedarte ipsofácticamente dormida. Luego pensé que hasta entonces, quedaría una mancha imborrable en el blog, así que seguí pensando. ¿Qué tal hablarte de la leyenda urbana de contar ovejitas?

Igual ya te lo han dicho alguna vez: quédate tranquilita y cuenta ovejitas, verás como te entra el sueño. E igual te ha funcionado, pero a mí como que no. Primero siempre intento elegir qué tipo de ovejita: la del norit con su lazo rojo, la del anuncio de dormidina que te tapa por las noches, copito de nieve (señor Gavilaaaaan, señor Gavilaaaaan, tu madre sabe de qué hablo), la del libro de cono (otrora naturales), la de los docus de la2,... Después pienso: tendrán que hacer algo. Y empiezo a pensar en que salten unos maderitos, para un lado, no, para el otro. Pero habrá alguna más bajita que no llegue. Pienso que debe poder pasar por debajo de los maderos. Fff, Matilde, cuando te quieres dar cuenta, tu cerebro está más activo que antes, y no hay forma de cerrar los ojos de plato estos.

Te investigaré todo esto en la próxima vez que me de insomnio de este de más de 10 minutos. Mientras tanto, te dejo una imagen (no sé cómo se justificará en el texto desde móvil: insomne 2.0) de una nueva oveja en la que también pienso, la vi en un anuncio de explotación laboral en Praga.