Matilde, un inciso rapidito, que estoy estudiando para un examen*.
*Te parecerá normal, porque una vez que demuestres que ya sabes coser con macarrones de plástico formas de animales con agujeritos, empezarás una serie de exámenes, una vorágine y será un no parar. La diferencia es que yo terminé lo de los macarrones hace 27 años y de examinarme hace 7. Sí, Matilde, tengo 31 tacos, y así me veo de nuevo... cosas de la crisis, ya te contaré. El inciso es para mí, de mi técnico superior en prevención de riesgos laborales, y para ti, porque este no es el post que había previsto, tenía otros en mente para estos días.
He ido a un centro comercial, cuyo nombre no diré para no hacer publicidad, y en la sección de juegos, a los que espero salgas muy aficionada, he visto uno que me ha recordado a mi infancia y a la infancia de tu madre. No sé si ella se acordará, pero tenía un tragabolas. Yo nunca lo tuve, siempre deseaba con todas mis ganas ir a jugar con tu madre, y que no hubiese demasiados niños, porque si no, se ponían ellos y no me dejaban. Aunque bueno, en esos casos intentaba pillar siempre el telesketch (que aunque si tuviera en casa, nunca me cansaba).
El tragabolas era genial, eran 4 hipopótamos de colores, repartidos por un tablero hondito, en el que se metían un montón de bolitas blancas y que se hacían vibrar. Estas bolitas se iban moviendo y con una palanquita, abrías la boca al hipo, que tenía que comer el mayor número de ellas para ganar. Sin levantar el tablero, te digo esto por si juegas con niños de esos supertramposos. Y he visto el juego, en versión de mesa y en versión de viaje, aunque si es para carretera de montaña supongo que no es la mejor opción.
Inmediatamente he pensado en ti y en comprártelo, aunque claro, he mirado y no podrás usarlo hasta que tengas 4 años: Matilde, por favor, empieza a pedir papilla y no te metas en la boca nada que no sea alimento para que nos dejen jugar pronto.
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