Duendes

Matilde, aquí es cuando trato de explicarte algo que yo tampoco entiendo. A veces, a los que no somos papá o mamá, se nos escapan algunos detalles informáticos. Los ordenadores tienen una vida propia, un duende dentro de ellos, que unas veces hace las cosas y otras no. Que a veces es obediente y a veces no (intuyo que de esto, sabrás un poco). Y lo cierto es, que llevo dos días intentando que tus tías y tu madre se unan como autoras al blog, pero por alguna de estas razones, no entran. El duende no las deja. No lo entiendo.

En ese transcurso de tiempo, cuando más desesperada estaba y ya buscaba plantilla para mudarnos a Wordpress, recibo un mensaje de texto. Un mensaje de papá que dice que vienes en camino. Ahora sí que me pongo nerviosa. Quería que este sitio estuviese aquí, listo para cuando nacieses, como la minicuna (otrora capazo), los patucos, los muñecos de fieltro y las cortinas cibernéticas. Así que empiezo a crearme identidades y a hacer todos los pasos, porque otra cosa no, Matilde, pero en el cuarto de genes que compartimos, un poco de cabezonería va.

Ahora son las 22:14h, creo que lo he conseguido. Sólo necesito que alguna de las implicadas se siente al otro lado del ordenador y siga los nuevos pasos. A la vez estoy nerviosa: necesito saber cuánto te queda, cómo vas, si estás apurando remolona los últimos minutillos de oscuridad, o si estás ansiosa por asomarte como un duendecillo y ver qué son esas voces que te dicen tonterías desde hace unas semanas. Vale, en tiempo real, Matilde, ahora son las 22:30h, me ha llamado tu abuelo Jose (como te dirán que se llama, aunque en realidad es Payapó, ya te lo explicaré más adelante) y me ha dicho que vas bien, despacito, pero con buena letra.

Nos vemos pronto, linda.